Paramahamsa Madhavadasji

    Paramahamsa Madhavadasji, gurú de Shri Yogendra, nació en 1798 y tomó el samadhi voluntariamente en 1921.

    Así como el nacimiento de los grandes ríos esta escondido en las montañas, la vida de los primeros años de Paramahamsa Madhavadasji permanece en la oscuridad.

    Se sabe que nació en un pequeño pueblo cerca de Shantipur en la zona de Bengala.

    Después de estudiar en Calcuta consiguió trabajo a la edad de 19 años como funcionario del gobierno. Trabajando en el departamento judicial se sintió terriblemente defraudado por las intrigas del juzgado y renunció al mundo a la edad de 23 años.

    A esa edad comenzó su odisea espiritual. Viajó a pie por toda la India durante 60 o 70 años para aprender de primera mano todo el conocimiento sobre el Yoga. Adquirió poderes supranaturales, siddhis, que únicamente le hicieron más humilde. Comenzaron a seguirle unos cientos de sadhus que le acompañaban a todas partes. En cierta ocasión en Karachi fue criticado por un hombre rico por dar de comer a todas esos sadhus. Su respuesta fue: ”Es Dios quien alimenta a estas personas; yo únicamente reparto la comida. Es deber de los ricos ayudar a los pobres. Un sadhu no es un mendigo sino un sabio. Es Dios quien llega ante ti en forma de sadhu para ver cuanta devoción le profesas. Aquellos que pueden ganarse su comida nunca vendrán a pedirte nada. Aquellos otros que no son sadhus pero son igualmente pobres y tienen que mendigar fueron ricos en una vida anterior y han vuelto convertidos en pobres para aprender el significado de la caridad”.

    A la edad de 80 años decidió echar raíces en Malsar a orillas del río Narmada. Siguiendo la tradición Madhavadasji buscaba un discípulo para transmitir su conocimiento a la siguiente generación. A la edad de 116 años aún no había encontrado a dicho discípulo.

    Mani, mas tarde conocido como Shri Yogendra, contaba con 19 años cuando sus caminos se cruzaron en la auspiciosa noche del 26 de Agosto de 1916. Mani fue invitado por su compañero de habitación a presenciar la charla que iba a pronunciar Madhavadasji en Bombay. Al principio Mani rehusó puesto que no creía en sadhus, maestros, fakires o magos que hacían cosas para gente ignorante. Tanto le insistió su amigo que le acompañó. Nada mas entrar en el recinto Madhavadasji se levantó de donde estaba y lo abrazó. “Llevo esperándote más de 100 años” le dijo.

    Mani dejo la residencia donde vivía y se fue al Asrama en Malsar.

    Allí comenzaban el día a las 5.30 de la mañana. Hacían sus abluciones en el rio y sus oraciones en el pequeño templo. La mayoría eran seguidores de Lord Krishna. Madhavadasji se retiraba a su habitación de oración y no se unía a los demás en los rezos. A continuación se hacia el desayuno que consistía en chapatis, leche y, a veces, algunos dulces. Tras el desayuno Madhavadasji recibía a todo tipo de personas con distintas enfermedades y problemas físicos y mentales. Ofrecía su guía gratuitamente y nunca cogía dinero aunque algunos devotos dejaban dinero y ofrendas en la recepción ante su foto. Había un tren que transportaba a la gente desde Dabhoy a Miyagam y tambien traía el correo para el Asrama. Mani solía leer las cartas y las respuestas de Madhavadasji eran escritas por otro alumno llamado Chunilal. Madhavadasji escribió a Mani muchas veces antes de su llegada al Asrama. El padre de Mani era bastante reacio a dejar que su hijo se fuese al Asrama puesto que ya se había fijado ambiciosos planes para él y esta situación era un obstáculo en su camino y se oponía de forma vehemente. Mani se encontró con el dilema de seguir las expectativas de su padre o de ser él mismo. Fue una carta de su Maestro la que le dio la claridad para tomar la decisión correcta.

    Madhavadasji dejo rienda suelta a Mani para sus actividades en el Asrama durante los primeros días para que observase los trabajos y rutinas que allí se seguían por parte de sus habitantes. Cada uno debía hacer su trabajo y cuidar de si mismos. Mani observó que algunos alumnos eran sinceros mientras otros solo vivían allí de forma gratuita. Desde el principio su relación con Madhavadasji fue totalmente distinta de la que el Maestro mantenía con los demás residentes, ya que esta no observaba la forma tradicional y ello sorprendió a la mayoría de alumnos. Cuando Mani salía corriendo a darse un baño en el rio calzándose las sandalias del Maestro o rehusaba seguir las ceremonias religiosas, Madhavadasji solía decir:”Mani es así; no debéis preocuparos por él”. El fuerte lazo que les unía rompió todo tipo de barreras y restricciones y se comunicaban libremente entre ellos. Siempre estaban juntos y Mani le acompañaba en sus paseos durante los cuales recibía gran cantidad de enseñanzas. El tema principal de sus conversaciones era como ayudar a las personas y le instruía en las complejidades y técnicas del Yoga. Después se encerraban ambos en una cueva subterránea o Sancta Santorum, lugar donde el Maestro meditaba dos veces al día y a la que solo unos pocos tenían acceso. Mani y Jai Jai Krishna eran los dos únicos discípulos que podían acceder. Jai Jai Krishna se convirtió en un sadhu mientras Yogendra fue padre de familia.

    Una parte importante de su preparación estaba conectada con el uso práctico del Yoga para tratar la enfermedad y el sufrimiento.

    Cada día llegaban muchas personas con diferentes enfermedades y problemas mentales. El Maestro le pasaba a Mani los más sencillos para que fuese aprendiendo. En una ocasión, una adinerada señora de Bombay vino en busca de ayuda para su tuberculosis pulmonar. Siguiendo los procesos normales del Asrama un alumno le entregó a la señora una pieza limpia de algodón que la señora debía tragar parcialmente para limpiar la mucosidad de estomago y esófago. Desgraciadamente la señora tragó toda la tela y comenzó a asfixiarse. Madhavadasji fue avisado rápidamente y dejo en manos de Mani la solución. Este pensó durante un segundo y le dio a la señora agua caliente con mantequilla derretida y esta vomitó inmediatamente la tela y se resolvió el problema.

    Mani aprendía cada día cosas de su Maestro únicamente observando como actuaba. Así aprendió como actuar con compasión, sabiduría y humildad.

    En 1917 durante un viaje a Matheran y cuando un carrito tirado por un hombre les transportaba, el hombre cayó fulminado en la calle y Madhavadasji cayó también en el camino. Mani observó una cobra alejarse del lado del hombre. Observando al hombre durante unos segundos, Madhavadasji pasó sus manos sobre su pie herido y este se levantó y siguió con su actividad. Cuando llegaron a la pensión donde iban Madhavasji pidió a Mani que preparase agua con lima para la lavarse las manos. El Maestro lavo sus manos y el agua quedo totalmente verde: el veneno que estaba en el pie del conductor del carrito había pasado a sus manos y de estas al agua.

    En otra ocasión Madhavadasji fue informado de que se celebraría una peregrinación (Bhadhbhuta Yatra) que se celebra cada 12 años y decidió ir. El lugar estaba bastante alejado y deberían hacer bastantes transbordos en diferentes trenes. El principal problema eran sus cientos de seguidores por la dificultad de acomodarlos en los trenes. Tampoco había suficiente dinero para comprar los billetes. Siguiendo sus instrucciones, los miembros del Asrama hicieron una colecta entre todos los presentes en la estación. Aun así algunos no pudieron entrar pues sus billetes no eran validos. Cuando el Maestro fue informado de la situación, sonrió. Las noticias de su partida llegaron pronto al pueblo y la mayoría no querían que partiese sin recibir antes sus bendiciones. Después de recibir sus bendiciones, muchos dejaban algún donativo a sus pies. Esto fue suficiente para comprar billetes para todos y un tren especial fue preparado para acoger a todos sus seguidores.

    En Bharuch se estaban produciendo inundaciones y era necesario usar botes para cruzar de un lado a otro del rio. Mani junto con otros devotos se subió al primer bote que quedo libre pero el Maestro le indicó que se bajase y se subiese a otro donde el estaba. El primer bote zarpó y volcó en medio del rio muriendo ahogadas dos personas. ¿Sabia el Maestro el destino del bote? Los caminos de los grandes son inescrutables a veces.

         Una de las cosas que aprendió Mani de su Maestro fue a mantener la actitud correcta en el estudio del Yoga.

    En cierta ocasión Mani paso unos días con su Maestro en casa del hombre rico del pueblo. Allí observó a un sencillo hombre que trabajaba de forma eficiente y sincera. Un día este hombre cayó enfermo. Por la noche cuando Mani fue a acostarse oyó unos sonidos provenientes de la habitación de este sirviente. Escuchó por la puerta entreabierta de su habitación y oyó al hombre exclamar repetidamente mientras dormía: “¡Oh Dios, cuán misericordioso eres!”;  “¡Cuanta sabiduría posees!”, “¡Mi Señor, mi Dios, mi Todo!”.

    Escuchando estas palabras Mani se maravilló de la altura espiritual que este hombre sencillo poseía. Una conciencia espiritual que permeaba todo su ser. Este hombre había alcanzado las elevadas cimas de la conciencia espiritual sin aparentar ninguna pretensión por ello.

    Más tarde Shri Yogendraji un gran maestro en si mismo, divulgó la ciencia del Yoga a través de sus escritos, charlas y numerosos libros explicando la filosofía del Yoga. A través de su trabajo, Paramahansa Madhavasji continúa vivo. Y esta tradición se mantiene hoy día de forma correcta en el Yoga Institute de Bombay.