La Alimentación en el Yoga

    Además de su principio ético de no causar daño a ninguna de las criaturas vivientes, el Yoga considera que el hombre es un animal herbivo-frugivoro dadas sus características anatómico-fisiológicas; por tanto recomienda la dieta lacto-vegetariana como la más apropiada a dichas características y, lo que es más importante, para su actividad mental.

    Las características principales de esta dieta son:

  1. Es fácilmente digerible.
  2. Convenientemente variada y combinada satisface completamente las necesidades nutricionales del individuo.
  3. Está considerada la dieta ideal para aquellos dedicados a trabajos mentales y cuya vida es más sedentaria.

 

    Es aconsejable masticar mucho la comida y ensalivarla bien puesto que la saliva contiene siete jugos valiosos para la digestión y asimilación de la comida. No se deben tomar líquidos con la comida; si lo hacemos deberá ser media hora antes de comer o una hora después para que no diluyan los jugos gástricos. Es conveniente llenar la mitad del estómago con comida sólida, dejando una cuarta parte para los líquidos y la cuarta parte restante para los gases producidos durante la digestión; dichos gases, si carecen de espacio suficiente, presionan contra el corazón intentando encontrar una salida y se considera que esta es una de las causas de que algunos ataques de corazón se produzcan después de las comidas.

    Es importante que comamos a intervalos regulares de cuatro horas si uno está sano; se puede tomar agua o zumos entre las comidas o una pieza de fruta si la persona tiene hambre en dichos intervalos.

    Veamos ahora como podemos componer la dieta para cubrir todas nuestras necesidades nutricionales:

  • Cereales: Es aconsejable que todos ellos sean integrales para conservar íntegras sus propiedades nutritivas y la fibra; y mejor aún si son ecológicos. Trigo en grano y copos, además de sus derivados (pan, fideo, espagueti, macarrón, muesli, galletas, tortitas, cus-cus, etc). Arroz maíz avena, centeno, mijo, quinoa y otros en todas sus variedades y formas. Los cereales integrales proporcionan hidratos de carbono no digeribles o fibra celulosica; proteínas; vitaminas B1, B2, B6, E, niacina y folatos (generalmente en el germen y en el salvado); minerales y oligoelementos; elementos fitoquímicos (entre ellos fitoestrógenos similares a las isoflavonas de la soja) y otros. En los brotes de los cereales germinados se encuentran provitamina A y vitamina C; estos no se encuentran en los granos secos.
  • Leche y sus derivados: La leche es un alimento completo y es preferible tomarla descremada o desnatada puesto que conserva sus propiedades pero tiene menos grasa. Queso, yogurt, cuajada, kefir, mantequilla, etc, deben tomarse en pequeñas proporciones. Las leches vegetales (soja, almendra, arroz, avena, etc) y sus derivados pueden sustituir a la leche de vaca si mantenemos una dieta rica y variada. El contenido en Calcio de 200 ml de leche es el mismo que hay en 100 grms de almendras o 100 grms de alubias o 500 grms de brócoli.
  • Verduras + hortalizas + legumbres + tubérculos + raíces: Contienen vitaminas, minerales, proteínas, hidratos de carbono y fibra. Es preferible tomar crudas las que sea posible porque aportan todo su valor nutricional.
  • Fruta: Los contenidos más importantes de las frutas frescas son: Agua; azúcares (los más abundantes son glucosa y fructosa que pasan directamente a la sangre y proporcionan energía de forma rápida); almidones; fibra; ácidos orgánicos; vitaminas; minerales; flavonoides, antocianinas y otros elementos fitoquímicos. Asimismo las frutas desecadas, dátiles, higos, pasas y otras, contienen una gran cantidad de azúcares, vitaminas, minerales y fibras.
  • Frutos secos: Recomendamos comerlos en pequeñas cantidades y crudos, pues pierden alguna propiedad al tostarlos. Sus contenidos más importantes son: Energía (son los alimentos naturales que más calorías proporcionan por unidad de peso); grasas (aproximadamente la mitad de su peso está formado por aceites ricos en ácidos grasos mono y poliinsaturados); proteínas (después de las legumbres son el alimento natural más rico en proteínas; en general superan a la carne, pescado, huevos y cereales); minerales (tanto los frutos secos como las semillas son muy abundantes en magnesio y fósforo; la almendra es el más rico en calcio, mientras que el pistacho y el cacahuete son ricos en hierro, aunque son superados por las semillas de sésamo y girasol); vitaminas (son buena fuente de vitaminas B1, B2, B6, E, ácido pantoténico y folfatos); oligoelementos (cinc, manganeso, cobre, selenio).
  • Miel + azucar moreno + siropes + melazas: Pueden usarse como endulzantes y complementos de la dieta acompañando a postres, etc. Son muy energéticos por la gran cantidad de azúcares que contienen; asimismo aportan minerales y vitaminas entre otras cosas. De todos ellos, la miel es el más completo porque contiene más de 70 sustancias biológicamente activas.

¿Debo cambiar mi dieta actual?

    La primera aproximación debe ser un estudio meditado del estado actual y reflexionar sobre la necesidad de un cambio para conseguir salud física y claridad mental. No es conveniente que las personas que quieran hacer cambios en sus hábitos alimentarios actuales para aproximarse a la dieta lacto-vegerariana  lo hagan de forma repentina y drástica.

    En el Yoga creemos en los esfuerzos continuos repetidos, más que en las decisiones forzadas y repentinas, puesto que estas últimas causan, en general, más perjuicios que beneficios. Por ejemplo, si uno cambia toda su dieta de un día para otro de forma estricta, en poco tiempo conseguirá una fuerte reacción de su organismo que le hará volver, con gran entusiasmo, a sus antiguos hábitos alimenticios.

    En lo referente a cambios de dieta, es siempre aconsejable hacerlo de forma gradual hasta conseguir las medidas de calidad y cantidad adecuadas. Debe hacerse únicamente un pequeño cambio inicial y dejar que el tiempo y el sentido común nos marquen la pauta de los próximos cambios. Esto es mejor que hacer grandes cambios al principio que nos crearán presiones difíciles de soportar. Deben tenerse en cuenta también el clima, la cultura y las tradiciones existentes en la familia y lugar donde vivimos. No es conveniente crear tensiones en el seno de la familia con los cambios de dieta; las cosas van mejor si se explican las decisiones a tomar y se razonan los motivos con calma. El proceso del cambio debe ser paulatino y sin estridencias: dentro de la dieta actual podemos introducir más ensaladas, verduras y frutas, eliminando algún producto animal alguna vez a la semana y ello no supondrá ninguna ruptura de la armonía de la casa. La aproximación correcta al cambio de dieta debe ser que tengamos claro el propósito y la necesidad de cambiar; si es así, todo será más fácil. Estamos buscando un cuerpo más sano para que la mente sea más estable y calmada.